Autor: Kim Nam-kook
Fecha: 30-Nov-0003 05:06
Me gradué con calificaciones muy mediocres de la secundaria y no desarrolle muchas habilidades, esto hizo que me costara mucho conseguir un empleo. Ese ha sido el momento más difícil de mi vida. Además, la búsqueda se me complicaba aún más porque no tenía ninguna referencia laboral. Yo solo tenía veinte años y era profundamente desalentador ver que no tenía chance de salir adelante. Entonces, oré a Dios: “Dicen que en la vida tenemos al menos tres oportunidades. Pero sería muy injusto si con veinte años no se me da ni una. Dios, te entregaré una década de mis veinte y, si llego a tener otra oportunidad, te daré mi vida entera”. Después de esa oración, pasé diez años en el peor momento de mi juventud y tuve que hacer lo que el Señor y la iglesia me ordenaran. Pero, a los treinta, Dios me habló: “Hijo, me gustaría que fueras pastor”. Ante su llamado, pasé los próximos cuatro meses estudiando para poder ir al seminario teológico.
Cuando somos jóvenes, siempre tenemos oportunidades, pero también es la época en que podemos aprender a confiar en Dios. ¿Acaso tiene una mirada pesimista sobre su vida y no puede ver las posibilidades que Dios le da? Si no cambiamos nuestro modo de pensar, terminaremos enfrentándonos con Dios, decepcionados y enfurecidos. Primero, ore pidiéndole que le haga ver si no está como Jonás, atrapado en su propia voluntad y error. Porque, antes que nada, nosotros somos los primeros que debemos ser transformados, no el mundo. Por lo tanto, pídale a Dios que le permita ver Sus ojos y seguirlo solo a Él.
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